Un día antes de que se cumpliera el 518 aniversario del
casamiento de Juana de Castilla, "La Loca", con Felipe de Habsburgo, “El
Hermoso”, me encamino hacia la finca “Fuentes del Duero”, ubicada en tierra vallisoletana.
Por el camino veo pasar pueblos que recogen en sus nombres, palacios, santos y reyes.
Tras un par de horas de camino en coche obtengo
mi recompensa. Pisar unos terrenos con trazos de historia. Los mismos terrenos que,
según cuenta la leyenda, recorrieron los reales pies de quien despojara de seso
a la heredera de la corona de Castilla. En esta tierra rica, bañada por las
aguas del Duero y un sol limpio, crecen las viñas de Bodegas Társila, envueltas
en aromas de jara y tomillo.
Al llegar a la finca me recibe con la cara sonriente y
generosa de quien quiere mostrar con orgullo el fruto de su trabajo, Ricardo
Rodilla, Gerente de Bodegas Társila.
Sobre una preciosa cava restaurada con esmero, se alza una casona de principios del siglo XIX que deja asomar con elegancia la piedra originaria de su muro. Mientras la observo, veo en uno de los balcones a una mujer menuda y de pelo argentado sujeta a una barandilla de forja. Es Társila, la matriarca que da nombre a la bodega.
Sobre una preciosa cava restaurada con esmero, se alza una casona de principios del siglo XIX que deja asomar con elegancia la piedra originaria de su muro. Mientras la observo, veo en uno de los balcones a una mujer menuda y de pelo argentado sujeta a una barandilla de forja. Es Társila, la matriarca que da nombre a la bodega.
Pasamos dentro para disfrutar de un edificio que acoge,
con elegancia y buen gusto, piezas tan rudimentarias como una despalilladora
manual o la prensa originaria de la bodega que aún cuenta con el gran tronco de
un enorme olmo que la hacía funcionar. Un espacio exquisito preparado para degustar los grandes vinos que se elaboran en la finca en cualquier evento que se quiera imaginar.


De aquellos primeros vinos a granel que en siglos
pasados se elaboraban en estas tierras, como en 1473 de Don Pedro Villandrando,
Conde de Ribadeo, con el que pagaba a la Iglesia, se ha pasado a unos vinos
elegantes, con cuerpo y categoría. Son vinos elaborados aprovechando la
tecnología que nos aporta el siglo XXI, pero con una carga muy importante de
tradición, mimo y esmero.
Eso se nota en la mirada de Ricardo al pasear entre las 30 hectáreas de viñedo que contiene la finca en la que podemos encontrar diferentes tipos de uva. La mayoritaria, Tempranillo, aunque hay algo de Merlot y Cabernet Sauvignon, pero la que poco a poco se va a haciendo con un hueco mayor es la variedad Petit Verdot, con la que se están elaborando los nuevos crianzas con muy buenos resultados. La misma con la que Bodegas Társila hace un rosado, que se convierte en boca en un trago delicioso.
Los actuales Crianza y Reserva se elaboran con Tempranillo
100%. El primero, picota oscuro de capa alta, recuerda aromas especiados, de
sotobosque, vainilla, cacao y un toque mineral que deja en boca una
persistencia en la que se denota el equilibrio entre la buena acidez y unos
taninos sedosos. El Reserva nos aporta también una buena intensidad aromática
de fruta negra, tostados, tabaco y fondo balsámico y mineral. Un vino potente
con taninos firmes y buena acidez. Ahora Bodegas Társila también cuenta con un
blanco de calidad, elaborado con Sauvignon Blanc, Verdejo y Gewürztraminer.
Los vinos de crianza de Bodegas Társila pasan en su
elaboración, antes de su estancia en madera de roble francés, por unos
depósitos de acero inoxidable de tamaño mediano, para facilitar un remontado
que dará homogeneidad a estos caldos.
Estos depósitos están instalados en una nave que data
del siglo XVI con amplios muros encalados. Muros gruesos, como se hacían antes,
para que no se escape la esencia de este buen vino que fermenta sobre el suelo
que pisaba Felipe El Hermoso, cuando realizaba partidas de caza por tierras
castellanas y paraba a beber agua en un pozo de esta finca. Una finca con
historia, ya que en las 900 hectáreas de extensión, podemos encontrar también
una pequeña capilla y parte de una fortaleza del siglo XII que han sido
restauradas.
El río Duero que tantas batallas ha visto en sus
riberas, es el que riega esta tierra donde crecen las uvas que se transforman en
un regalo al paladar en forma de vino. En Bodegas Társila hay vida, ilusión,
trabajo y tesón, pero sobre todo, historia. Una historia que se ha convertido
en el pilar que sostiene un producto bien cuidado, trabajado y mimado al
milímetro, para ofrecernos vinos elegantes y de calidad.
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