domingo, 21 de septiembre de 2014

Elegir el vino y la copa adecuada ¿depende de la ocasión? (I)



Ser anfitrión no es cosa fácil. Hay que saber qué vamos a necesitar. Quienes son nuestros invitados, qué vamos a comer, cual es el motivo del encuentro y ser capaz de tenerlo todo dispuesto: mantelería, cubertería, vajilla, aperitivos, dulces, comida, vino… Saber elegir el vino es importante, pero no lo es menos disponer en la mesa la copa adecuada para beberlo.



Podríamos usar el mismo tipo de copa para vinos diferentes aunque no es lo correcto. No debemos dejar que la elección de una copa inadecuada reste percepciones sensoriales a la hora de degustar los vinos que pretendemos disfrutar.



En lo que sí coinciden las copas es en el material con el que están hechas: vidrio fino y transparente. Según apuntaba el historiador romano Plinio el Viejo, en su Historia Natural, fue un descubrimiento casual que tuvo origen en Siria. Parece ser, que unos mercaderes fenicios que comerciaban con natrón, un compuesto de sal natural, se disponían a preparar su comida, pero como carecían de piedras donde poner las ollas al fuego decidieron echar natrón en la arena. Al día siguiente, las piedras del natrón se habían fundido y al estar en contacto con la arena se convirtieron en un material brillante.


Para hablar de diferentes tipos de copas he elegido cuatro ocasiones diferentes para compartir un vino por diversos motivos.

Vino blanco: ¿Una cena para dos?   

Habíamos discutido. Llevábamos varios días sin hablar y mientras miraba de manera constante el móvil deseando encontrar un whatsapp, seguía sin recibir un mensaje suyo. Es cierto que su profesión de cocinero no le dejaba mucho tiempo para mi, pero me daba la sensación de que, aún así, no me prestaba suficiente atención. Sobre todo porque yo estaba pasando un mal momento y necesitaba más que nunca sentirle cerca. Tras más de un año en el paro y un auto cuestionamiento constante, dudaba sobre si mi vida seguía por el camino correcto.

Entonces apareció ese sonido esperado. El móvil vibró y con él también algo en mi interior que me hizo sentir que algo importante se avecinaba. Al abrirlo, un mensaje de Jorge: “Te espero en mi casa esta noche a las 20.30h. No faltes, debemos hablar y tengo algo importante que decirte”.

Después de leer su mensaje, las dudas, los temores, todo se agolpaba en mi mente. Quizá quiera cortar esta relación. Pensaba que a lo mejor le había agobiado un poco en las últimas semanas insistiendo en que teníamos que vernos más. Por otro lado, durante los últimos días también se me había pasado por la cabeza terminar con lo nuestro, pero en el fondo sabía que no quería separarme de él, que le quería en mi vida.

Busqué un vestido que me hiciera sentir especial porque quería afrontar la nueva etapa de mi vida, fuera la que fuera, de una manera elegante y segura de lo que iba a hacer. A las 20.30h estaba frente a la puerta de su casa, nerviosa, pero intuyendo que algo iba a cambiar en mi vida. Y así fue. Tras abrir la puerta, Jorge me saludó de una manera discreta y me invitó a pasar. Había preparado cena para dos en un ambiente acogedor. Sobre la mesa, ya preparada, se alzaban dos copas de tallo alto, de tamaño y boca menor que las de vino tinto. Todo parecía indicar que íbamos a beber un vino blanco.

Me di cuenta al ver que la copa elegida tenía una apertura más pequeña, así el vino blanco tarda más en coger temperatura. Era una copa con mayor recorrido desde el pie, para evitar que la temperatura corporal pase al líquido y se caliente. Seguro que Jorge ya tenía preparada la cubitera con agua y algunos hielos para alcanzar los grados que precisa este vino para beberlo y que sabe que me encanta.

Entonces apareció con la botella de vino en la cubitera. Sirvió dos copas de vino blanco y tras brindar por lo que vendrá, me hizo una señal con la mano para que esperara un momento. Fue corriendo a la cocina y un minuto después apareció y me dijo: “creo que tu vino no está demasiado frío” y me echó un cubito en la copa. No entendía nada. Nunca se echa hielo a una copa de vino blanco. ¿Por qué había hecho esa tontería?

Entonces miré el cubito, pero no era transparente. Había algo brillante en su interior que no conseguía apreciar bien. ¡Era un anillo! Jorge había metido un anillo en el hielo y mientras me retiraba la copa de la mano y la dejaba encima de la mesa, me cogió por la cintura y mirándome a los ojos me pidió que me casara con él.

Vino tinto: Cita a solas

Era una tarde gris. Sentada en el sofá de casa frente al ventanal atisbo la sierra en el horizonte y me dejo llevar hasta un lugar en el que las hayas, robles y otros árboles de hoja caduca muestran su paleta de color otoñal a quienes se acercan hasta él. Me dejo envolver por sonidos como el crujir de las hojas secas y ramas movidas por el viento. Me hundo en una paz que me distancia del ruido y las prisas del quehacer diario en medio del asfalto y edificios de ladrillo, metal y hormigón. Un relax que me invita a disfrutar del momento en solitario.

Me levanto y cojo de mi pequeña cava una botella de vino tinto. Un reserva. No hace falta esperar a grandes ocasiones que puede que nunca lleguen. Además un vino como este no se puede dejar que se estropee, sería un delito.
Corto la cápsula, descorcho la botella sin moverla apenas y dejo caer el líquido en la copa que he preparado para degustar el vino como se merece. 

Es una copa de gran tamaño, con un cuerpo más amplio que las de vino blanco para permitir una correcta oxigenación y una boca más estrecha para que sus aromas complejos se puedan concentrar y apreciarlos antes de ser bebido.

Puede que la próxima vez disfrute de un vino como este en compañía, pero en esta ocasión, forma parte de mi momento. Un momento para sonreir, celebrar y agradecer todo lo que tengo a mi alrededor. Pequeñas cosas que las prisas de la vida apenas te deja valorar.

Cavas o espumosos: 50 años no es nada

Que diferentes son los cumpleaños a lo largo de una vida ¿verdad?
Los dos primeros años apenas eres consciente de por qué tu familia se ha vestido de manera diferente a cualquier otro día. Por qué de repente hay tanta gente en tu casa. Por qué gente que apenas has visto te enseñan todo tipo de objetos con música, movimiento o colores y ponen su cara frente a la tuya mientras sonríen hablando de una manera rara para terminar estampando sus labios en tu mejilla o frente.

Cuando tienes unos años más, durante la infancia, te lo pasas en grande. Te reúnes con tus amigos del colegio, del barrio, tus primos..
Durante la adolescencia piensas en cuándo podrás celebrarlo haciendo fiesta con los amigos sin que estén tus padres delante y en la juventud lo disfrutas como te imaginaste cuando eras adolescente.

De repente, al llegar a la madurez todo se vuelve diferente. Ahora son tus hijos quienes te hacen los regalos, son los demás los que te preparan una fiesta. No sabes si sentirte alegre por festejarlo con tus familiares y amigos o echarte a llorar por ver con la rapidez con la que pasa el tiempo.

En cualquier caso, los 50 son una buena cifra para cumplir años. Has disfrutado de tu niñez, hecho amistades en tu juventud que se han hecho fuertes y duran hasta ahora. Has estudiado para realizar tu sueño y has trabajado disfrutando de él. Has experimentado la vida en pareja y después en solitario….Y aún te quedan fuerzas para seguir soñando y experimentando nuevas sensaciones. Seguir viviendo porque sabes que aún queda mucho por hacer. Es cuestión de ver la botella medio llena. Una botella que bien puede ser de un gran vino espumoso para celebrar tu medio siglo de vida.



Las copas ya están preparadas. Son altas y con forma aflautada. Son copas diseñadas para preservar el gas carbónico que contiene este tipo de vinos, al igual que en la vida pretendemos retener el tiempo para que no pase tan deprisa. Su forma también tiene otro objetivo: permitir que se pueda apreciar el rosario de burbujas que ascienden a la superficie de manera rápida y continua. Esas burbujas que al beber te producen un hormigueo en la nariz por el gas que desprende. Ese hormigueo constante que también debemos buscar en la vida para disfrutarla en toda su extensión. Por eso quiero hacer un brindis.
¡Por nosotros!

Vino dulce: Visita a casa de la tía María

Eran los años 70. Yo apenas había cumplido los diez años. Nos dirigíamos a casa de mi tía María, hermana de mi padre, por una calle estrecha y adoquinada, que dejaba escuchar las pisadas de los noctámbulos mientras la ciudad dormía. Allí se encontraba aquel portón de madera que te dejaba acceder a un edificio sin ascensor tan común en el madrileño barrio de Lavapiés. Al entrar en el portal me encontraba una escalera ancha con barandilla de hierro y pasamanos de roble. Mientras subíamos al segundo piso, escuchábamos los quejidos de aquellos viejos escalones de madera desgastados por el centro. He de confesar que el crujir de aquella escalera me infundía una sensación mezcla de miedo y misterio.

Después, el sonido de un timbre sonoro y seco. Los pasos en el interior de la casa anunciaban la llegada de mi tía hasta la puerta. Una vez abierta, aparecía mi tía con su pelo rubio claro, cardado de peluquería. Sombra azul en los ojos y labios pintados. Las uñas perfectamente arregladas y con esmalte de color. Nos acomodábamos en un saloncito y mi tía nos traía una bandeja de rosquillas de anís fritas con azúcar. Para acompañarlas, un vinito dulce que servía en una frasca de cristal tallado. Ahora sería impensable dar a un niño de apenas diez años una copita de vino dulce, pero entonces era algo considerado casi medicinal.

Sobre la mesa, las copas para el vino dulce. De tamaño medio y de pie corto. Boca estrecha para exaltar los aromas concentrados en él y así poder ser apreciados en nariz mientras se bebe. Su forma además, permite que el vino pase a la parte posterior de la boca para reducir la sensación de dulzor, que a mí, no me gustaba demasiado. Yo apenas daba un sorbo, pero ahora, cada vez que veo un vino dulce en esas pequeñas copas me recuerda aquellas tardes de sábado en casa de mi tía María, tan lejanas en el tiempo, pero tan frescas en la memoria familiar.

5 comentarios:

  1. Gran e interesante artículo, no solo por lo que te enseña sobre el vino y las copas en las que beberlo para disfrutar de él, sino también y sobre todo, porque hay mucho corazón en él.
    Gracias por brindar con y por nosotros, ¡salud!

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    1. Gracias Sonia. Me alegra saber que te ha sido útil y que has llegado a sentir mi pasión por el mundo del vino. ¡Salud para todos!

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  2. Me ha encantado Pilar. Me he divertido y he viajado contigo en el tiempo....:)
    Pero.....me quedo con el espumoso !!!!! Un bs enorme

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    1. Gracias Almudena. Siempre hay muchos motivos para celebrar. Brindo por todos ellos!!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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