Ser anfitrión no es cosa fácil. Hay que saber qué vamos
a necesitar. Quienes son nuestros invitados, qué vamos a comer, cual es el
motivo del encuentro y ser capaz de tenerlo todo dispuesto: mantelería,
cubertería, vajilla, aperitivos, dulces, comida, vino… Saber elegir el vino es
importante, pero no lo es menos disponer en la mesa la copa adecuada para beberlo.
Podríamos usar el mismo tipo de copa para vinos
diferentes aunque no es lo correcto. No debemos dejar que la elección de una
copa inadecuada reste percepciones sensoriales a la hora de degustar los vinos
que pretendemos disfrutar.
En lo que sí coinciden las copas es en el material con
el que están hechas: vidrio fino y transparente. Según apuntaba
el historiador romano Plinio el Viejo, en su Historia Natural, fue un
descubrimiento casual que tuvo origen en Siria. Parece ser, que unos mercaderes
fenicios que comerciaban con natrón, un compuesto de sal natural, se disponían
a preparar su comida, pero como carecían de piedras donde poner las ollas al
fuego decidieron echar natrón en la arena. Al día siguiente, las piedras del natrón
se habían fundido y al estar en contacto con la arena se convirtieron en un
material brillante.
Para hablar de diferentes tipos de copas he elegido
cuatro ocasiones diferentes para compartir un vino por diversos motivos.
Vino
blanco: ¿Una cena para dos?
Habíamos discutido. Llevábamos varios días sin hablar y
mientras miraba de manera constante el móvil deseando encontrar un whatsapp, seguía
sin recibir un mensaje suyo. Es cierto que su profesión de cocinero no le
dejaba mucho tiempo para mi, pero me daba la sensación de que, aún así, no me
prestaba suficiente atención. Sobre todo porque yo estaba pasando un mal
momento y necesitaba más que nunca sentirle cerca. Tras más de un año en el
paro y un auto cuestionamiento constante, dudaba sobre si mi vida seguía por el
camino correcto.
Entonces apareció ese sonido esperado. El móvil vibró y
con él también algo en mi interior que me hizo sentir que algo importante se
avecinaba. Al abrirlo, un mensaje de Jorge: “Te espero en mi casa esta noche a
las 20.30h. No faltes, debemos hablar y tengo algo importante que decirte”.
Después de leer su mensaje, las dudas, los temores,
todo se agolpaba en mi mente. Quizá quiera cortar esta relación. Pensaba que a
lo mejor le había agobiado un poco en las últimas semanas insistiendo en que
teníamos que vernos más. Por otro lado, durante los últimos días también se me
había pasado por la cabeza terminar con lo nuestro, pero en el fondo sabía que
no quería separarme de él, que le quería en mi vida.
Busqué un vestido que me hiciera sentir especial porque
quería afrontar la nueva etapa de mi vida, fuera la que fuera, de una manera
elegante y segura de lo que iba a hacer. A las 20.30h estaba frente a la puerta
de su casa, nerviosa, pero intuyendo que algo iba a cambiar en mi vida. Y así fue.
Tras abrir la puerta, Jorge me saludó de una manera discreta y me invitó a
pasar. Había preparado cena para dos en un ambiente acogedor. Sobre la mesa, ya
preparada, se alzaban dos copas de tallo alto, de tamaño y boca menor que las
de vino tinto. Todo parecía indicar que íbamos a beber un vino blanco.
Me di cuenta al ver que la copa elegida tenía una
apertura más pequeña, así el vino blanco tarda más en coger temperatura. Era
una copa con mayor recorrido desde el pie, para evitar que la temperatura
corporal pase al líquido y se caliente. Seguro que Jorge ya tenía preparada la
cubitera con agua y algunos hielos para alcanzar los grados que precisa este
vino para beberlo y que sabe que me encanta.
Entonces apareció con la botella de vino en la
cubitera. Sirvió dos copas de vino blanco y tras brindar por lo que vendrá, me
hizo una señal con la mano para que esperara un momento. Fue corriendo a la
cocina y un minuto después apareció y me dijo: “creo que tu vino no está
demasiado frío” y me echó un cubito en la copa. No entendía nada. Nunca se echa
hielo a una copa de vino blanco. ¿Por qué había hecho esa tontería?
Entonces miré el cubito, pero no era transparente.
Había algo brillante en su interior que no conseguía apreciar bien. ¡Era un
anillo! Jorge había metido un anillo en el hielo y mientras me retiraba la copa
de la mano y la dejaba encima de la mesa, me cogió por la cintura y mirándome a
los ojos me pidió que me casara con él.
Vino
tinto: Cita a solas
Era una tarde gris. Sentada en el sofá de casa frente
al ventanal atisbo la sierra en el horizonte y me dejo llevar hasta un lugar en
el que las hayas, robles y otros árboles de hoja caduca muestran su paleta de
color otoñal a quienes se acercan hasta él. Me dejo envolver por sonidos como el
crujir de las hojas secas y ramas movidas por el viento. Me hundo en una paz
que me distancia del ruido y las prisas del quehacer diario en medio del asfalto
y edificios de ladrillo, metal y hormigón. Un relax que me invita a disfrutar del
momento en solitario.
Me levanto y cojo de mi pequeña cava una botella de
vino tinto. Un reserva. No hace falta esperar a grandes ocasiones que puede que
nunca lleguen. Además un vino como este no se puede dejar que se estropee,
sería un delito.
Corto la cápsula, descorcho la botella sin moverla
apenas y dejo caer el líquido en la copa que he preparado para degustar el vino
como se merece.
Es una copa de gran tamaño, con un cuerpo más amplio que las de
vino blanco para permitir una correcta oxigenación y una boca más estrecha para
que sus aromas complejos se puedan concentrar y apreciarlos antes de ser
bebido.
Puede que la próxima vez disfrute de un vino como este
en compañía, pero en esta ocasión, forma parte de mi momento. Un momento para sonreir,
celebrar y agradecer todo lo que tengo a mi alrededor. Pequeñas cosas que las
prisas de la vida apenas te deja valorar.
Cavas
o espumosos: 50 años no es nada
Que diferentes son los cumpleaños a lo largo de una
vida ¿verdad?
Los dos primeros años apenas eres consciente de por qué
tu familia se ha vestido de manera diferente a cualquier otro día. Por qué de
repente hay tanta gente en tu casa. Por qué gente que apenas has visto te enseñan
todo tipo de objetos con música, movimiento o colores y ponen su cara frente a
la tuya mientras sonríen hablando de una manera rara para terminar estampando sus
labios en tu mejilla o frente.
Cuando tienes unos años más, durante la infancia, te lo
pasas en grande. Te reúnes con tus amigos del colegio, del barrio, tus primos..
Durante la adolescencia piensas en cuándo podrás
celebrarlo haciendo fiesta con los amigos sin que estén tus padres delante y en
la juventud lo disfrutas como te imaginaste cuando eras adolescente.
De repente, al llegar a la madurez todo se vuelve
diferente. Ahora son tus hijos quienes te hacen los regalos, son los demás los
que te preparan una fiesta. No sabes si sentirte alegre por festejarlo con tus
familiares y amigos o echarte a llorar por ver con la rapidez con la que pasa
el tiempo.
En cualquier caso, los 50 son una buena cifra para
cumplir años. Has disfrutado de tu niñez, hecho amistades en tu juventud que se
han hecho fuertes y duran hasta ahora. Has estudiado para realizar tu sueño y
has trabajado disfrutando de él. Has experimentado la vida en pareja y después en
solitario….Y aún te quedan fuerzas para seguir soñando y experimentando nuevas
sensaciones. Seguir viviendo porque sabes que aún queda mucho por hacer. Es
cuestión de ver la botella medio llena. Una botella que bien puede ser de un
gran vino espumoso para celebrar tu medio siglo de vida.
Las copas ya están preparadas. Son altas y con forma
aflautada. Son copas diseñadas para preservar el gas carbónico que contiene
este tipo de vinos, al igual que en la vida pretendemos retener el tiempo para
que no pase tan deprisa. Su forma también tiene otro objetivo: permitir que se
pueda apreciar el rosario de burbujas que ascienden a la superficie de manera rápida
y continua. Esas burbujas que al beber te producen un hormigueo en la nariz por
el gas que desprende. Ese hormigueo constante que también debemos buscar en la
vida para disfrutarla en toda su extensión. Por eso quiero hacer un brindis.
¡Por nosotros!
Vino
dulce: Visita a casa de la tía María
Eran los años 70. Yo apenas había cumplido los diez
años. Nos dirigíamos a casa de mi tía María, hermana de mi padre, por una calle
estrecha y adoquinada, que dejaba escuchar las pisadas de los noctámbulos mientras
la ciudad dormía. Allí se encontraba aquel portón de madera que te dejaba
acceder a un edificio sin ascensor tan común en el madrileño barrio de
Lavapiés. Al entrar en el portal me encontraba una escalera ancha con
barandilla de hierro y pasamanos de roble. Mientras subíamos al segundo piso,
escuchábamos los quejidos de aquellos viejos escalones de madera desgastados por
el centro. He de confesar que el crujir de aquella escalera me infundía una
sensación mezcla de miedo y misterio.
Después, el sonido de un timbre sonoro y seco. Los pasos
en el interior de la casa anunciaban la llegada de mi tía hasta la puerta. Una
vez abierta, aparecía mi tía con su pelo rubio claro, cardado de peluquería. Sombra
azul en los ojos y labios pintados. Las uñas perfectamente arregladas y con
esmalte de color. Nos acomodábamos en un saloncito y mi tía nos traía una
bandeja de rosquillas de anís fritas con azúcar. Para acompañarlas, un vinito
dulce que servía en una frasca de cristal tallado. Ahora sería impensable dar a
un niño de apenas diez años una copita de vino dulce, pero entonces era algo considerado
casi medicinal.
Sobre la mesa, las copas para el vino dulce. De tamaño
medio y de pie corto. Boca estrecha para exaltar los aromas concentrados en él
y así poder ser apreciados en nariz mientras se bebe. Su forma además, permite
que el vino pase a la parte posterior de la boca para reducir la sensación de
dulzor, que a mí, no me gustaba demasiado. Yo apenas daba un sorbo, pero ahora,
cada vez que veo un vino dulce en esas pequeñas copas me recuerda aquellas
tardes de sábado en casa de mi tía María, tan lejanas en el tiempo, pero tan
frescas en la memoria familiar.
Gran e interesante artículo, no solo por lo que te enseña sobre el vino y las copas en las que beberlo para disfrutar de él, sino también y sobre todo, porque hay mucho corazón en él.
ResponderEliminarGracias por brindar con y por nosotros, ¡salud!
Gracias Sonia. Me alegra saber que te ha sido útil y que has llegado a sentir mi pasión por el mundo del vino. ¡Salud para todos!
EliminarMe ha encantado Pilar. Me he divertido y he viajado contigo en el tiempo....:)
ResponderEliminarPero.....me quedo con el espumoso !!!!! Un bs enorme
Gracias Almudena. Siempre hay muchos motivos para celebrar. Brindo por todos ellos!!
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