Me preparaba para un viaje largo e intenso. Ni siquiera
había amanecido cuando sonó la alarma del despertador. Fue mientras tomaba el
café del desayuno cuando comencé a ver como aparecía ese incipiente tono violáceo
en el cielo que iban dejando los primeros rayos del sol y que me recordaba el
ribete del vino joven en la copa.
Iniciamos camino a la Rioja Alavesa. En el cuerpo un
hormigueo especial. Parece mentira que te ocurra algo así cuando apenas quedan
unos meses para cumplir el medio siglo, pero es posible. Por el estómago me
recorría ese nerviosismo que se siente en las excursiones escolares cuando
apenas levantas dos palmos del suelo y toda tu felicidad está concentrada en el
bocadillo de tortilla que te ha preparado tu madre y que comerás en medio del
campo con tus amigos del colegio.
Por el camino, mirando las tierras de Castilla, venían
a mi cabeza versos de Machado. La paleta de color era grandiosa, amarillos
pajizos del verano mezclados con el verde de las viñas que cada vez era más
frecuente y extenso. Llanuras y montañas en perfecta armonía que te hacían
disfrutar de lo grande de la naturaleza y de la geografía española.
La
bodega
Tras cuatro horas de trayecto, la recompensa. Frente a
nuestros ojos se encontraba la estructura de cristal de Bodegas BAIGORRI diseñada por el arquitecto Iñaki
Aspiazu. Una isla transparente que emergía en medio de campos regados de viñas
que parecían haber sido dibujadas al detalle para rodear ese espacio en el que
la uva se convierte en vino.
Era la punta de un iceberg cuyo corazón se hallaba bajo
tierra, guardando con celo ese proceder meticuloso para evitar que se escape la
esencia de la uva.
Antes de bajar a las tripas de la bodega, pudimos
apreciar el maravilloso paisaje del municipio de Samaniego bajo la sierra de
Cantabria. Un espacio en el que se respira limpidez, brillantez e intensidad,
como si de un vino se tratase, y en el que se comienza a interiorizar el aroma
herbáceo de las viñas que rodean la bodega.
Allí nos esperaba el Director Técnico-Enólogo, Simón
Arina, quien nos recibió con las ganas del anfitrión que está deseando mostrar
su casa y hacer de ello un recuerdo imborrable para sus invitados. Y lo
consiguió, porque nos hizo sentir como en casa. Mientras nos explicaba la faena
actual que se realizaba en los campos, el desniete o la cura de azufre, pude
apreciar ese brillo en sus ojos que transmitía satisfacción y orgullo por el
trabajo bien hecho y la ilusión por repetirlo con la nueva cosecha. Y así, año
tras año, sin dejar de mejorar a cada paso dado.
La investigación de Bodegas BAIGORRI es una de sus
apuestas más destacadas. Actualmente, tienen en marcha nueve proyectos. Quizá,
el de mayor envergadura sea, en estos momentos, el de seleccionar levaduras autóctonas para
conservar la tipicidad de la Rioja Alavesa.
Tampoco hay que dejar atrás otro proyecto de
investigación pionera que desarrolla Bodegas BAIGORRI: el papel que tiene el
glutatión, un elemento natural antioxidante presente en las uvas clave para
aumentar la capacidad de envejecimiento y fundamental en vinos de categoría.
Descendemos a la bodega para comprobar cómo la
arquitectura ha sido diseñada al servicio del vino. No en vano, el proyecto de
Aspiazu tardó tres años en aprobarse.
La
gravedad
Mantener la calidad de la uva para obtener el mejor
producto final es uno de los objetivos y obsesiones de los responsables de la
bodega. Por eso, la frase “aquí compramos fruta” era una de las más repetidas
por Simón Arina. Y uno de los factores fundamentales para conseguir ese vino
con fruta de calidad tiene mucho que ver con Isaac Newton. La misma idea que
explica la caída de las manzanas de un árbol o el movimiento orbital de los
planetas, es decir, la Ley de la Gravedad, es la que centra el trabajo en
Bodegas BAIGORRI.
La gravedad permite que la uva llegue entera a la
fermentación gracias a todo un proceso diseñado de manera vertical, desde la
selección hasta el embotellado. De este modo, todos los movimientos de la uva y del
vino actúan por efecto de la gravedad, evitando cualquier tipo de remonte
mecánico. No existe tolva de recepción y no se utilizan bombas para el traslado
de la uva ni para el remontado de los depósitos que puedan dañarla. Depósitos
que, por cierto, han sido diseñados con forma conoidal para Bodegas BAIGORRI
con el fin de mejorar el proceso de remontado y conseguir un mayor contacto
entre hollejo y mosto.
Las barricas de madera de roble francés son las
encargadas de arropar en su seno ese fruto del trabajo realizado con mimo y
escrupuloso cuidado para ofrecer unos vinos de excelente calidad.
La
cata
Tras el recorrido por las profundidades de la bodega llegó el momento del descanso del guerrero. Y no podía ser en mejor
localización, el restaurante que Bodegas BAIGORRI tiene frente a sus viñedos y
bajo la mirada de la sierra de Cantabria, todo un lujo.
En ese escenario en el que poderse abandonar a los
sentidos, pudimos degustar algunos de los vinos que se elaboran en Bodegas
BAIGORRI. Cualquiera de ellos es un paseo por un túnel de sensaciones frutales
en equilibrio con la madera que ha estado en contacto con estos caldos. Pero si
tengo que elegir solo uno, me quedo con el Blanco Fermentado en Barrica
elaborado con Viura. No es una cuestión de sabor o calidad, ya que todos ellos
son vinos de categoría, pero el blanco me enamoró. Me envolvieron sus aromas y
me llenó la boca de cuerpo, untuosidad, delicadeza, fruta y equilibrio. Todo un
compendio de sensaciones intensas que atraparon mi corazón.
La
vuelta
Y con esa sensación que me hizo sostener la sonrisa que
da la placidez, volvimos a casa. Un viaje largo e intenso que mereció la pena.
Aún me maravilla poder comprobar que me ilusionan cosas tan pequeñas como este
viaje a la Rioja Alavesa, pero que llenan de grandeza mi día a día. Al fin y al
cabo, eso es la vida ¿no?
Por la parte que me toca, ya que fui compañera de esas ocho horas largas de autobús, la experiencia fue inolvidable, instructiva y placentera, aunque el "descanso del guerrero" fue mínimo. Lo mejor de todo, la compañía y el vino que catamos, sobre todo ese blanco fermentado en barrica que nos dejó a todos locos. Y mi parte más coquinera insiste en subrayar esas excelentes costillitas de cerdo que comimos y el descubrimiento del postre vasco. En resumen, cuenta conmigo para la próxima y suerte con el blog.
ResponderEliminarMuchas gracias Paloma. Espero que podamos compartir nuevas experiencias tan buenas y gratificantes como esta.
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