domingo, 13 de julio de 2014

Bodegas BAIGORRI: Fruta en el paladar


Me preparaba para un viaje largo e intenso. Ni siquiera había amanecido cuando sonó la alarma del despertador. Fue mientras tomaba el café del desayuno cuando comencé a ver como aparecía ese incipiente tono violáceo en el cielo que iban dejando los primeros rayos del sol y que me recordaba el ribete del vino joven en la copa.

Iniciamos camino a la Rioja Alavesa. En el cuerpo un hormigueo especial. Parece mentira que te ocurra algo así cuando apenas quedan unos meses para cumplir el medio siglo, pero es posible. Por el estómago me recorría ese nerviosismo que se siente en las excursiones escolares cuando apenas levantas dos palmos del suelo y toda tu felicidad está concentrada en el bocadillo de tortilla que te ha preparado tu madre y que comerás en medio del campo con tus amigos del colegio.

Por el camino, mirando las tierras de Castilla, venían a mi cabeza versos de Machado. La paleta de color era grandiosa, amarillos pajizos del verano mezclados con el verde de las viñas que cada vez era más frecuente y extenso. Llanuras y montañas en perfecta armonía que te hacían disfrutar de lo grande de la naturaleza y de la geografía española.

La bodega

Tras cuatro horas de trayecto, la recompensa. Frente a nuestros ojos se encontraba la estructura de cristal de Bodegas BAIGORRI diseñada por el arquitecto Iñaki Aspiazu. Una isla transparente que emergía en medio de campos regados de viñas que parecían haber sido dibujadas al detalle para rodear ese espacio en el que la uva se convierte en vino.




Era la punta de un iceberg cuyo corazón se hallaba bajo tierra, guardando con celo ese proceder meticuloso para evitar que se escape la esencia de la uva.
Antes de bajar a las tripas de la bodega, pudimos apreciar el maravilloso paisaje del municipio de Samaniego bajo la sierra de Cantabria. Un espacio en el que se respira limpidez, brillantez e intensidad, como si de un vino se tratase, y en el que se comienza a interiorizar el aroma herbáceo de las viñas que rodean la bodega.

Allí nos esperaba el Director Técnico-Enólogo, Simón Arina, quien nos recibió con las ganas del anfitrión que está deseando mostrar su casa y hacer de ello un recuerdo imborrable para sus invitados. Y lo consiguió, porque nos hizo sentir como en casa. Mientras nos explicaba la faena actual que se realizaba en los campos, el desniete o la cura de azufre, pude apreciar ese brillo en sus ojos que transmitía satisfacción y orgullo por el trabajo bien hecho y la ilusión por repetirlo con la nueva cosecha. Y así, año tras año, sin dejar de mejorar a cada paso dado.

La investigación de Bodegas BAIGORRI es una de sus apuestas más destacadas. Actualmente, tienen en marcha nueve proyectos. Quizá, el de mayor envergadura sea, en estos momentos, el de seleccionar levaduras autóctonas para conservar la tipicidad de la Rioja Alavesa.

Tampoco hay que dejar atrás otro proyecto de investigación pionera que desarrolla Bodegas BAIGORRI: el papel que tiene el glutatión, un elemento natural antioxidante presente en las uvas clave para aumentar la capacidad de envejecimiento y fundamental en vinos de categoría.

Descendemos a la bodega para comprobar cómo la arquitectura ha sido diseñada al servicio del vino. No en vano, el proyecto de Aspiazu tardó tres años en aprobarse.

La gravedad

Mantener la calidad de la uva para obtener el mejor producto final es uno de los objetivos y obsesiones de los responsables de la bodega. Por eso, la frase “aquí compramos fruta” era una de las más repetidas por Simón Arina. Y uno de los factores fundamentales para conseguir ese vino con fruta de calidad tiene mucho que ver con Isaac Newton. La misma idea que explica la caída de las manzanas de un árbol o el movimiento orbital de los planetas, es decir, la Ley de la Gravedad, es la que centra el trabajo en Bodegas BAIGORRI.


La gravedad permite que la uva llegue entera a la fermentación gracias a todo un proceso diseñado de manera vertical, desde la selección hasta el embotellado. De este modo, todos los movimientos de la uva y del vino actúan por efecto de la gravedad, evitando cualquier tipo de remonte mecánico. No existe tolva de recepción y no se utilizan bombas para el traslado de la uva ni para el remontado de los depósitos que puedan dañarla. Depósitos que, por cierto, han sido diseñados con forma conoidal para Bodegas BAIGORRI con el fin de mejorar el proceso de remontado y conseguir un mayor contacto entre hollejo y mosto.



Las barricas de madera de roble francés son las encargadas de arropar en su seno ese fruto del trabajo realizado con mimo y escrupuloso cuidado para ofrecer unos vinos de excelente calidad.


La cata

Tras el recorrido por las profundidades de la bodega llegó el momento del descanso del guerrero. Y no podía ser en mejor localización, el restaurante que Bodegas BAIGORRI tiene frente a sus viñedos y bajo la mirada de la sierra de Cantabria, todo un lujo.

En ese escenario en el que poderse abandonar a los sentidos, pudimos degustar algunos de los vinos que se elaboran en Bodegas BAIGORRI. Cualquiera de ellos es un paseo por un túnel de sensaciones frutales en equilibrio con la madera que ha estado en contacto con estos caldos. Pero si tengo que elegir solo uno, me quedo con el Blanco Fermentado en Barrica elaborado con Viura. No es una cuestión de sabor o calidad, ya que todos ellos son vinos de categoría, pero el blanco me enamoró. Me envolvieron sus aromas y me llenó la boca de cuerpo, untuosidad, delicadeza, fruta y equilibrio. Todo un compendio de sensaciones intensas que atraparon mi corazón.

La vuelta

Y con esa sensación que me hizo sostener la sonrisa que da la placidez, volvimos a casa. Un viaje largo e intenso que mereció la pena. Aún me maravilla poder comprobar que me ilusionan cosas tan pequeñas como este viaje a la Rioja Alavesa, pero que llenan de grandeza mi día a día. Al fin y al cabo, eso es la vida ¿no?


2 comentarios:

  1. Por la parte que me toca, ya que fui compañera de esas ocho horas largas de autobús, la experiencia fue inolvidable, instructiva y placentera, aunque el "descanso del guerrero" fue mínimo. Lo mejor de todo, la compañía y el vino que catamos, sobre todo ese blanco fermentado en barrica que nos dejó a todos locos. Y mi parte más coquinera insiste en subrayar esas excelentes costillitas de cerdo que comimos y el descubrimiento del postre vasco. En resumen, cuenta conmigo para la próxima y suerte con el blog.

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  2. Muchas gracias Paloma. Espero que podamos compartir nuevas experiencias tan buenas y gratificantes como esta.

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