domingo, 27 de julio de 2014

Mantequerías Bravo, un templo del vino y la exquisitez


Acababa de sonar la alarma del móvil. Eran las 7 de la mañana y debía levantarme. Parecía un día más, pero había algo que hacía que no lo fuera. Me di cuenta al probar el café. Era diferente. El aroma del grano colombiano recién molido me trasladó a una zona tropical y húmeda como si fuera algún personaje de las novelas de García Márquez. Tras perderme en mis pensamientos paseando por el río de la Magdalena en un barco de vapor como Fermina Daza en su primer viaje fluvial, volví a Madrid para empezar a recordar mi visita del día anterior a Mantequerías Bravo, origen de ese café que hacía de aquel jueves algo tan especial.





La primera vez que entras en esta tienda casi centenaria, te sientes como Charlie cuando entró en la Fábrica de Chocolate de Willy Wonka, “simplemente feliz de estar allí”. La diferencia es que en la historia de Charlie solo cinco niños fueron los privilegiados visitantes de la factoría, mientras que en Mantequerías Bravo, las puertas están abiertas para todo aquel que quiera abandonar sus sentidos al servicio del placer, para apreciar y degustar lo más exquisito de la gastronomía nacional e internacional.


Situada en el barrio de Salamanca, ha tenido desde sus inicios clientela distinguida. Ya en los años 40 o 50 del siglo pasado, algún miembro de la aristocracia se pasaba por Navidad para comprar vino con el objeto de exhibirlo en la cena, y así hacer ver a sus invitados que en aquella casa las viandas se hacían acompañar de deliciosos caldos, aunque no ocurriera de forma habitual el resto del año.


Esto se debe a que el vino no siempre tuvo la importancia, el cuidado y el mimo que se le da ahora, a pesar de que España se ha situado siempre entre los grandes productores de uva. Sin embargo, en Mantequerías Bravo, el vino siempre ha sido una de las grandes apuestas junto a las tradicionales conservas de calidad. No hay que olvidar que nació como tienda de ultramarinos en la calle Ayala en 1931. 


Con el paso del tiempo la oferta se ha ido sofisticando y se han ido adquiriendo productos gourmet de todo tipo. Un ejemplo es la trufa en sus diferentes variedades, desde las más conocidas como el aceite o la salsa de trufa, hasta otras exquisiteces que quizá desconocíamos, pero que resultan una delicia en el paladar, como el carpaccio de trufa o la miel con trufa blanca que tanto gusta a nuestra anfitriona, Elena Bravo, responsable de la tienda y nieta del fundador de Mantequerías Bravo.

Elena nos cuenta que su abuelo siempre quiso tener lo mejor en su local, por lo que el buen vino nunca ha faltado. Es más, el vino ocupa la mayor parte de la superficie de la tienda, reabierta en 1997 tras haber sido reformada y ampliada para que el espacio dedicado al antiguo almacén cediera terreno a botellas de vino de todos los tamaños y de diferentes procedencias. Así podemos encontrar vinos de Australia, California, Italia, Hungría o Portugal, entre otros.






Por supuesto, no podemos olvidar la estantería dedicada a las mejores marcas de vinos franceses. En esta parte de la tienda nos encontramos a Daniel, quien lleva tres décadas trabajando en ella. Elegante y encantador, nos cuenta cómo algunos clientes se pasan por la tienda a veces, simplemente, para dedicar parte de su tiempo a charlar con él mientras comparten una copa de vino. Algo que no es de extrañar si se conoce este rincón de Madrid y a quienes trabajan en él.

Los mejores vinos, se encuentran bajo el cristal de una preciosa mesa alta que preside la bodega. Botellas de Romanée Conti, Chateau D'yquem, Petrus... 

Y hablando de vinos, quizá pocos sepan que disponen de una verdadera joya para coleccionistas. Se trata de una caja de madera que contiene los nueve mejores vinos franceses de cada añada. Nueve tesoros deliciosamente empaquetados en departamentos individuales.




En la bodega de Mantequerías Bravo además de estos pequeños tesoros, tampoco faltan las últimas elaboraciones comercializadas en el mercado de vino y champán. Este es el caso de la nueva botella de Dom Pérignon Rosé 2002, que tras haber sido considerado por Parker el mejor champán rosado de la historia, ahora sale con una etiqueta que brilla gracias a la tecnología led, con un pequeño dispositivo de encendido en la base de la botella.


La oferta de productos es inmensa y exquisita. La variedad de zumos incluye unas pequeñas botellas de Alain Milliat que encierran en su vidrio la base y esencia de la campiña francesa de donde salen grandes vinos. Es una delicia probar un zumo de uva Merlot o Chardonnay, cuyo único ingrediente es el zumo de estos tipos de uva.



Si subimos la mirada en esa misma estantería nos podemos encontrar aceites de oliva virgen extra maravillosos, de olivos milenarios. Envases que recogen además de las variedades de aceituna más consumidas en nuestro país, otras que aportan matices gastronómicos diferentes y menos conocidas como la Changlot Real o la Arbosana.


La calidad y calidez humana, la amabilidad en el trato, el buen gusto, la clase y categoría de unos productos que han sido escogidos con esmero, convierten este local en un lugar que te invita a visitarlo una y otra vez. Una labor que Elena Bravo, junto a su equipo, han sabido llevar a la perfección con ingenio, trabajo y sabiendo conjugar de manera magistral la esencia del comercio tradicional con la modernidad de un establecimiento del siglo XXI. 

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